Tomo III: La Fuerte Lluvia no Cesa

骤雨不歇

Arte: Jungshan Ink

56. Trueno

De ahora en adelante, ya no sería más el hijo o la generación más joven de nadie.

Chang Geng todavía lo persiguió hasta afuera: –¡Yifu, espera!

Gu Yun había montado su caballo, mirándolo desde arriba. El caballo estaba tan intranquilo como su dueño. Incluso cuando ya había tirado de las riendas, continuó caminando hacia adelante y atrás en el mismo lugar.

Toda la sangre en el rostro de Chang Geng parecía haberse quedado pegada en su palma y en su manga, semejaba el retrato de una figura humana en Bai Miao[1] dibujado sobre papel.

Lucía casi indiferente, la expresión increíblemente dolorida de un momento atrás parecía haberse ocultado bajo una capa como una máscara: –En caso de que el Tío Huo no pueda suprimir al General Tan, yifu cargando hacia la capital en este momento sería el equivalente a conducirte a ti mismo dentro de las llamas.

Gu Yun levantó sus largas cejas, estaba a punto de hablar cuando Chang Geng lo interrumpió.

–Lo sé, incluso si te encontraras en llamas, no puedes darte el lujo de no ir a la capital en caso de que los guardias imperiales no sean capaces de detener al Campamento del Norte. Actualmente, a excepción de yifu, nadie más puede controlar al General Tan. Una vez la capital se sacuda con este cambio caótico, las consecuencias son inimaginables.

Chang Geng respiró hondo, luego alargó hacia él una mano cubierta de sangre. –En caso de que el Emperador te ponga en prisión, los Generales en todas partes inevitablemente quedarán sumidos en confusión, y se desatará un desastre. Necesito que yifu me deje alguna clase de símbolo que pueda calmar temporalmente los corazones de la gente.

El asombro destelló sobre el rostro de Gu Yun. El niño que hace un rato lo había hecho sentir increíblemente conflictuado ahora se había vuelto completamente diferente.

Todos tienen muchas caras. Justo como algunas personas, mientras que en el exterior, eran capaces de invocar a los vientos y a la tormenta con renombrado prestigio; pero una vez que regresaban con sus parientes, se convertirían en un niño ignorante que no entendía que era el frío o el hambre.

Aunque Chang Geng estaba creciendo alejándose más y más del niño que no conocía sus modales, siempre llamándolo “Shiliu”, siempre apoyándose en su pequeño yifu… después de todo, todavía albergaba admiración por Gu Yun en lo profundo de su corazón. Incluso en medio de la noche, cuando su amor y deseo emergían, era por este afecto similar al de un padre o un hermano, lo que le daba una indescriptible sensación de tabú.

Hasta este momento en el que el viento del este sopló hasta llevarse el último rastro de este sentimiento de sus años de adolescencia.

En el tiempo más corto, Chang Geng se dio cuenta de que estaría solo en este camino sin nadie que lo entendiera, y nadie que lo acompañara.

De ahora en adelante, ya no sería más el hijo o la generación más joven de nadie.

Gu Yun sacó su propio sello privado del interior de sus ropas y se lo lanzó a Chang Geng: –Esta cosa no puede ser comparada con el Emblema del Tigre Negro, pero toda la gente mayor que solía seguirme lo reconocerá. Quizás no pueda ser de utilidad, solo en caso… si pudieras pensar en alguna forma de invitar al General Zhong.

Chang Geng no miró para nada al sello privado, colocándolo directamente dentro de su manga, respondiendo con indiferencia: –Lo sé, yifu puede estar tranquilo.

Tan pronto como terminó, Gu Yun ya había puesto en marcha su caballo, partiendo.

Chang Geng continuó contemplando su espalda hasta que su figura estuvo fuera de alcance. Cerró repentinamente sus ojos, murmurando con una voz suave: –Zi Xi…

El guardia de la mansión en el otro lado no fue capaz de oírlo claramente, preguntó:  –¿Qué dijo, Su Alteza?

Chang Geng se dio la vuelta: –Preparen pluma y papel.

Los guardias rápidamente lo siguieron: –Su Alteza Real, su mano…

Chang Geng detuvo sus pasos al escuchar esto, tomando la botella de vino que Gu Yun dejó atrás. Derramó inexpresivamente todo el fuerte licor sobre su mano herida. La herida seca comenzó a sangrar una vez más. Entonces sacó un pañuelo y lo envolvió alrededor.

En este momento, en la capital, nadie esperaría que la muerte de un viejo eunuco pudiera provocar olas tan grandes.

Tan Hong Fei desató la injusticia que había sentido y que suprimió durante todos estos veinte años, quizás ya había perdido la cordura. Primero, mandó tropas para rodear la residencia del Tío Imperial. Cuando se enteró de que el viejo bastardo había dejado a su esposa e hijos atrás para ocultarse en el palacio, se dio la vuelta de inmediato, yendo audazmente contra el Ejército Imperial que arribaba al lugar para el rescate.

Desde antes hasta ahora, los guardias imperiales y el Campamento del Norte fueron compañeros. Como la última línea de defensa en el territorio más importante, siempre se encontrarían unos con otros.

Los guardias imperiales estaban compuestos principalmente por dos partes: el tipo de “joven maestro” que entró por la puerta trasera y comía del salario imperial; y las élites seleccionadas del Campamento del Norte. Los primeros ya hacía tiempo que se habían mojado encima del miedo y no se podía contar con ellos para nada. Los últimos, a pesar de que eran capaces, pero al enfrentarse repentinamente a su “familia de nacimiento”, por un momento, también se encontraron en un dilema. Como Chang Geng había previsto, el ejército se dispersó con rapidez.

El sonido de las interpretaciones en la torre Qi Yuan continuaba haciendo eco, el cálido vino de flores y la blanca niebla aún no se habían disipado, la ciudad Sijiu había hervido.

Tan Hong Fei guio a sus hombres, presionando a las afueras del palacio prohibido y se quitó el casco como si estuviera sujetando su propia cabeza.

Primero, se inclinó y llevó a cabo la cortesía formal de tres profundas reverencias en dirección al salón principal. Luego, gritó a la hilera de guardias bloqueando frente a él, –El pecador Tan Hong Fei saluda a Su Majestad. ¡Le pido a Su Majestad que por favor entregue al traidor que se está escondiendo dentro del palacio, brindando justicia a mis millones de hermanos y camaradas quienes han protegido nuestro país, dándole al mundo una explicación! ¡Su súbdito está dispuesto a pagar por el crimen de faltarle el respeto al monarca con la muerte!

Dentro del palacio, el Emperador Li Feng fue capaz de escuchar esto, pero antes de que pudiera darse el lujo de reprender a Wang Guo, ya estaba furioso. El valor del Hijo de los Cielos no era para nada comparable al del tío Imperial, quien huyó junto con su cola. Li Feng incluso casi destrozó el sello de jade. A pesar de cuánto intentaron las personas detenerlo, cambió sus ropas y fue al frente del salón, confrontando cara a cara a Tan Hong Fei.

Los duros soldados y los guardias del palacio estaban separados por unos cuantos centímetros de escalones de mármol blanco, incluso las aves sobre el muro comenzarían a sudar.

En este punto muerto de máximo peligro, Gu Yun finalmente llegó a tiempo.

Gu Yun llevó consigo sólo a veinte personas, abriendo un camino a la fuerza a través del Campamento del Norte que actualmente rodeaba el palacio, y yendo directo al interior.

Presenciando esta situación, el Marqués del Orden casi vomitaba sangre de rabia. Caminó hacia delante con grandes zancadas, sacó su látigo, luego lanzó un latigazo directamente al rostro de Tan Hong Fei con fuerza suficiente para abrirle la piel, gritó: –¿Deseas buscar la muerte?

Los ojos de Tan Hong Fei se volvieron rojos en el momento que vio a Gu Yun: –Mariscal…

–¡Silencio! ¿Qué estás planeando hacer? ¿Forzar al Emperador a abdicar? –Gu Yun pateó su hombro, Tan Hong Fei casi fue aplastado contra el suelo por el impacto. –¿Aun entiendes cuál es el orden correcto? ¿Todavía comprendes lo que es la lealtad? El Campamento del Norte no tiene permitido entrar en la capital sin ser convocado por una orden, ¿a dónde has arrojado esta ley? ¿quién te dio el coraje para faltarle al respeto al gobernante?

Tan Hong Fei se sentó sobre el suelo, parecía que sus lágrimas estaban a punto de caer: –Mariscal, han pasado veinte años, nuestros hermanos han muerto en vano, nuestros hermanos no tienen a nadie para expresar la injusticia…

Gu Yun bajó su mirada hacia él, sus pupilas frías como el hielo, completamente inamovible: –Tienen media hora, ordénale a todo el Campamento del Norte retirarse fuera de las nueve puertas, si hay algún retraso, yo tomaré personalmente tu maldita vida, ¡ve!

Tan Hong Fei: –¡Mariscal!

–¡Fuera, ahora! –la esquina de los ojos de Gu Yun estaba punzando intensamente y contrayéndose de forma incesante. Pateó a Tan Hong Fei fuera de su camino, arrodillándose en los escalones de piedra frente al salón principal.

–Su Majestad, por favor cese su ira, el General Tan ha sufrido una herida en el pasado, poco después ha mostrado señales de locura, combinado con el ser incitado por los tipos malos, quizás fue cegado momentáneamente por los demonios, su vieja enfermedad regresó una vez más. Le pido a Su Majestad que por favor piense en sus muchos méritos y su diligencia a través de los años, que le permita regresar para recuperarse, perdonando la vida de este lunático.

Zhu Pie Pequeño aprovechó esta oportunidad y susurró al oído de Li Feng: –Su Majestad, usted ve, el Mariscal también ha llegado, usted es el más importante y no puede estar en riesgo, vamos a evitar esto por un momento dentro del palacio.

Li Feng río por lo bajo debido a la ira. Giró su cabeza y observó a Zhu Pie Pequeño, hablando fríamente, –¿Qué? ¿Incluso tú lo llamarás Mariscal?

El rostro de Zhu Pie Pequeño empalideció, arrodillándose instantáneamente sobre el suelo.

Li Feng se cruzó de brazos, permaneció de pie sobre los escalones de mármol blanco y bajó la mirada hacia el Marqués del Orden en Armadura Ligera desde arriba. Por primera vez, comprendió una cosa que nunca había entendido antes. Antes de su fallecimiento, el anterior Emperador había sujetado su mano y le había dicho una y otra vez que debía ser cuidadoso con una persona. No se trataba del increíblemente ambicioso Wei Wang, ni de los extranjeros que parecían tigres: sino del hombre que era su mano derecha, Gu Yun.

Después de media hora, el Campamento del Norte se retiró de las nueve puertas. Junto con Tan Hong Fei, más de una docena de generales involucrados fueron detenidos, el Marqués del Orden fue hecho prisionero.

Al mismo tiempo, innumerables pájaros de madera despegaban desde las aguas termales en los suburbios del norte, otros cuantos jinetes de Caballería Ligera se separaron en dos direcciones, rápidos sobre su corcel, portando cartas marcadas con el sello privado de Gu Yun, vestidos en atuendos de civiles, corriendo hacia los territorios críticos del Noroeste y el Mar del Este.

Si Chang Geng tuviera Águilas Negras a su disposición en esta ocasión, incluso si sólo fueran una o dos, quizás él hubiera podido tener una oportunidad.

No obstante, cuando el Emperador Long An confiscó la Insignia del Mariscal de Gu Yun, él ya había ordenado a todos los oficiales del Campamento de Hierro Negro a su alrededor regresar a la estación del Noroeste.

Una vez más… era demasiado tarde.

 

 

Abril, en la entrada de la Ruta de la Seda.

El escenario próspero y bullicioso de unos cuantos meses atrás ya hacía tiempo que había dejado de existir, todas las estaciones de vigilancia habían sido cerradas, el Campamento del Hierro Negro había preparado su formación.

Había “Cuervos Negros” con un aura asesina a donde sea que fueran. Se le ordenó a He Rong Hui fungir temporalmente como el Comandante de las tres fracciones. La Orden de Percusión desde la capital todavía estaba sobre su escritorio, cubierta de polvo.

En ese día, el cielo estaba oscuro, nubes oscuras y espesas sobrevolaban por encima de la ciudad, las guarniciones de varios países tenían sus puertas cerradas fuertemente, un silencio mortal pendía en del aire. Por todos lados, la arena dorada pasaba volando. Parecía haber algo esperando a explotar.

No había forma de saber si era sólo una ilusión, pero en General He podía sentir que algo estaba a punto de ocurrir.

En este momento, un Águila Negra cayó súbitamente desde el cielo.

El Águila Negra flaqueó al aterrizar, se bamboleó y rodó en el polvo y la arena de la Región Occidental. Coincidentemente, una patrulla de Armaduras Ligeras alcanzó a atisbar esto y fue de inmediato a investigar.

Sólo para descubrir que el asesino de los cielos parecía haber sido aplastado por el peso de su propia armadura de Águila Negra. Incapaz de ponerse de pie, se arrodilló en el suelo, sujetando las manos de su camarada. El rostro joven detrás de la máscara estaba terriblemente demacrado.

El comandante de la patrulla se acercó rápidamente y preguntó continuamente: –¿No te mandó el General He a la capital para ver cuándo podría tener el Mariscal su insignia de vuelta? ¿Cómo te fue? ¿Qué pasó?

El Águila Negra apretó su mandíbula, la brecha entre sus dientes estaba llena de sangre, su apuesto rostro estaba distorsionado. Quitándose su armadura, dijo con voz ronca: –Quiero ver al General He…

El Campamento del Norte estaba en problemas. Tan Hong Fei fue puesto en prisión. Los comandantes de las nueve puertas temían que las noticias del encarcelamiento del Marqués fueran a desencadenar un disturbio mayor. Después de hacerse cargo del Campamento, la primera cosa por hacer era mandar gente para asegurar significativamente las entradas y salidas en los suburbios de la capital.

El Águila Negra todavía no había aterrizado, pero ya se había encontrado con una oleada de flechas de Arcoíris Blanco. Se las arregló para escapar y aterrizó con dificultad. Entonces se disfrazó y se mezcló en el interior. Se había aprendido toda la historia desde el principio hasta el final por las hirvientes conversaciones de la gente en la capital.

El Águila Negra había viajado directamente de vuelta al Noroeste en un ataque de ira, fue una coincidencia que se cruzara con el jinete enviado en la misma dirección por Chang Geng. El Águila era muchísimas veces más rápida que el caballo. Arribó al Campamento del Hierro Negro antes que los otros por unos cuantos días.

He Rong Hui, el barril de pólvora, estalló en el acto, trayendo gente para irrumpir en la mansión del gobernador del Noroeste. Pero fue exactamente en este momento crítico que los Tigres de Arena alineados en el Reino Ku Cha dejaron lentamente la estación y alzaron sus oscuros cañones, apuntando en dirección al este.

Las diferentes fuerzas involucradas habían hecho todo lo humanamente posible, el resto sólo podía recaer en el destino decidido por el Cielo.

Pero esta vez, el Cielo parecía haber abandonado por completo a la dinastía de la familia Li, cuyo destino estaba llegando a su fin.

 

 

En los todavía helados desiertos de Saibei…

La cresta rodante se inclinaba creando un arco suave, las flores silvestres estaban deseosas de mostrar sus capullos una tras otra.

Los lobos grises estaban de pie en lo alto, los halcones chillaron mientras planeaban, las banderas cubiertas con aceite y polvo, y las pieles de animales ondearon juntas con el viento. El cielo estaba verde, la tierra era oscura y dorada; y en la profundidad del pasto, había miles de tropas y caballos.

Entre el rugido del frío hierro y la maquinaria, de repente llegó una canción rasposa:

“El espíritu más puro, incluso el viento divino quería besar su falda, todos los seres vivos cantarán e inclinarán sus cabezas, arrodillándose donde ella canta y baila. El próximo año habrá manadas de bueyes y ovejas, vegetación exuberante, bancos de flores, extendiéndose hasta el final de las montañas de Tianshan. El próximo año habrá pasto siempre verde, la liebre saldrá de su madriguera, el caballo salvaje retornará lentamente…”

Habían transcurrido cinco o seis años desde que Jia Lai Ying Huo, el príncipe bárbaro que hizo presión directamente en el pueblo de Yanhui en un ataque de ira, heredó las dieciocho tribus y se convirtió oficialmente en el verdadero Rey lobo. El viento del noroeste de la frontera había dejado en sus facciones marcas tan profundas como los cortes de un cuchillo, esculpiendo repetidamente sobre su rostro durante miles de días y noches, odio y resentimiento empaparon sus huesos.

Ahora, su cabello ya había sido teñido con toques de gris, la ferocidad en su mirada se había contraído al interior, completamente indetectable. Su vasto canto de largo alcance ya se había cubierto de polvo. Solo pudo tararear unas pocas líneas. La letra de los viejos días perduraba, pero poco después su voz se volvió increíblemente ronca.

Alzó la petaca de vino que colgaba de su cintura, tomando un trago de licor mezclado con el oxidado sabor del hierro, su expresión tensa, sus ojos enfocados en una figura volando a la distancia. La sombra lado a lado con el halcón se acercó. Era un traje de Armadura de Halcón, más grande que un Águila Negra, el casco más feroz. Con un sonido agudo y que penetraba los oídos, aterrizó frente al Rey Lobo, levantando con ambas manos una flecha dorada elaborada con materiales desconocidos.

Jia Lai alargó su brazo para tomar la flecha dorada y vertió vino sobre ella. El suave astil de la flecha reveló lentamente una línea de palabras escritas en el lenguaje de las dieciocho tribus, la caligrafía fina y rizada se extendió por debajo del licor caliente. Se leía: “Rey Lobo, por favor haga el primer movimiento.”

Jia Lai tomó aliento profundamente. Había pensado que una vez que este momento llegara, estaría lleno de éxtasis.

Pero no, descubrió que después de tantos años, el odio lo había vaciado rápidamente. Incluso si estaba a punto de cambiar el curso, había olvidado como reír o sonreír. El actual Rey Lobo alzó la mirada al cielo sobre él. La luz del sol lo hacía sentir ligeramente hechizado, como si los ojos de infinidad de muertos estuvieran observándolo desde arriba.

–Es tiempo. –murmuró suavemente, alzando una mano en medio de miles de tropas, envuelto en un silencio mortal.

Luego la agitó hacia abajo.

Los lobos grises alzaron sus cuellos y aullaron, cargando hacia adelante, dirigiéndose en dirección al sur.

 

 

En las islas del Mar del Sur, donde el follaje es verde todo el año, el viento cálido susurraba.

En la noche, un enorme barco negro entró lentamente a un muelle tranquilo y ordinario, pero aún no se detenía. Un grupo de personas armadas vestidas con armaduras abrieron la trampilla y se precipitaron hacia afuera. La isla inhabitada, repentinamente se iluminó brillantemente.

Había filas de armaduras de batalla alineadas a lo largo de las largas rocas, reflejaban la tenue luz del fuego, semejando a un ejército de soldados siniestros y ominosos.

Entre las Armaduras Pesadas, había un enorme mapa de una ruta de marcha que cubría todos los pasajes subterráneos por debajo de las profundidades de la Frontera Sur. Lo que Gu Yun envió a la gente a desenterrar una vez fue solo la punta del iceberg.

 

 

Finalmente, era el originalmente pacífico y tranquilo Mar del Este…

Guerreros Dong Ying con espadas largas y ninjas que parecían serpientes vestidos como gente de la costa del este remaban en pequeños botes cuidadosamente a través del mar y se deslizaban en secreto, comunicándose unos con otros con extraños gestos.

Se reunieron lentamente desde todas direcciones como hormigas, los normalmente bulliciosos barcos cargueros se retiraron de la playa de la Gran Liang uno tras otro, virando silenciosamente en dirección a las Islas Dong Ying.

Un largo silbido que podía ser transportado a través del aire resonó en el océano infinito.

Los “barcos mercantes” se reunieron poco a poco en una línea, organizándose en una formación, todos en orden. Al alejarse gradualmente del área de patrulla de la Marina del Suroeste, la bandera original de los buques mercantes fue súbitamente bajada, reemplazada por la pesada bandera de batalla del Papa de occidente, volando sobre el mar azul, proyectando una larga sombra debajo.

El cambio de bandera parecía ser una señal terrorífica. Un enorme “barco mercante” comenzó a desintegrarse, su disfraz de paz cayó al mar, revelando los oscuros cañones debajo.

Esta era una clase de “Jiaos” que nunca había sido visto antes. Eran pequeños y extraños, podían ocultarse dentro de naves mercantes ordinarias, su velocidad similar a un relámpago, y cuando se deslizaban sobre el mar, no eran diferentes de un monstruo rompiendo a través del viento.

Los siete monstruos se dispersaron con la señal de la bandera, entonces una enorme sombra se elevó lentamente por debajo del agua.

La superficie del mar originalmente tranquila se elevó como una colina. Era un incomparable monstruo enorme, rompiendo a través de la superficie y revelando su extraña “cabeza”. Miles de jiaos y buques de guerra estaban pegados a sus numerosas “ventosas” sobre su cabeza, listos para la acción.

Los mástiles remando dentro de las nubes estaban repletos con ziliujin. Bajo el poder de trabajo de numerosos engranajes conectados, pesadas placas y cubiertas de hierro rodaron y revelaron los pequeños y grandes cañones en línea, parecían innumerables ojos siniestros. No había trazo de estancamiento cuando giraban.

La cubierta de este monstruo marino gigante podría contener al menos diez jiaos de la Gran Liang.

Enseguida, la escotilla se abrió lentamente. Una escalera oscura descendió como una lengua. Dos hileras de marinos occidentales usando extraños sombreros se apresuraron a salir. Luego, un paraguas negro se abrió en la oscuridad, firme, bloqueando el agua de mar que caía desde arriba. El hombre de cabello blanco de occidente que Gu Yun se encontró una vez en el palacio inclinó su cabeza, caminando tranquilamente bajo el paraguas.

El hombre que sostenía el paraguas por él retrocedió medio paso. Este era el “Maestro Ja” quien había jugado con los bandidos en la Frontera Sur ese año.

Referencias

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1 Bai Miao. Un estilo de pintura/dibujo chino usando solo líneas (blanco y negro), sin color.

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Un comentario

  1. Ese Maestro Ja va a ser el detonante de todo. Él va a iniciar la guerra que cada vez se aproxima.
    Esto es tan emocionante.
    ¡Muchas gracias! ❤?

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